La Liga: Real Madrid y Barcelona, dos maneras de entender el respeto a un rival
"Es Messi contra Cristiano. Es el duelo de los goles maravillosos y las cualidades futbolísticas hipnotizantes... Es más que un partido, es una guerra. Es Real Madrid contra Barcelona". Este diminuto extracto del recomendable y curioso "Fear and Loathing in La Liga" de Sid Lowe podría servir para sintetizar una rivalidad que arrasa con todo en España.
Un duelo deportivo centenario que no deja indiferente a nadie . Desde la creación de la Liga, el conjunto blanco acumula un palmarés aplastante, aunque en los últimos años, los blaugranas han limado distancias. Sin embargo, cuando el árbitro pita el final del partido, cuando no hay competición y lo que manda es lo institucional y el respeto entre clubes ... No hay color.
O en realidad sí. El señorío del club blanco está fuera de toda duda y... la mediocridad del Barcelona, frecuentemente también.
Conste que la marcha deportiva de ambos conjuntos me interesa, aunque no me quita el sueño. De eso ya se ocupa la Real Sociedad. Pero precisamente como seguidor del conjunto vasco he desarrollado un sentimiento de respeto por el Real Madrid, cimentado en un sinfín de detalles a lo largo de este tiempo. Sirva esta selección para justificar mi punto de vista.
En los años 80, el club vasco ganó todo lo ganable y libró batallas épicas sobre el vetusto campo de Atocha. El rival más odiado era madridista y respondía al nombre de Juan Gómez Juanito. Un gladiador. Un luchador hasta las últimas consecuencias.
"Jugaba al límite, una vez me sacó un diente de un codazo. Yo le miraba y veía que él disfrutaba cuando le insultaban, cuando la grada rugía, con miles de aficionados diciéndole de todo. Era un guerrero, se dejaba la piel en el campo". Son palabras de Bixio Górriz, el jugador de la Real que más veces ha vestido la camiseta blanquiazul. Y no le falta razón.
A Juanito se le escupía en Atocha, se le gritaba, se le insultaba en cada visita reventando medidores de decibelios, sin excepción. Hasta que en 1987, y fruto de una desgracia, el de Fuengirola saldría ovacionado de Atocha.
El ex jugador de la Real Javier Sagarzazu, que había fichado por el Deportivo de la Coruña, perdía la vida en el autobús del club gallego por culpa de un derrame cerebral aquel año. Dejaba una mujer y un hijo pequeño. Inmediatamente después de conocer la noticia del fallecimiento, Juanito se fue directo a las oficinas del Santiago Bernabéu, cogió el teléfono del club - entonces no había móviles - y aparcando la rivalidad balompédica que tantos gritos e insultos le había deparado en Atocha, llamó uno por uno a los capitanes de los clubes de primera. "Señores, Sagarzazu era un buen hombre y deja una mujer y un hijo.
Tenemos que estar a la altura, tenemos que ir todos a Atocha, homenajear al jugador y recaudar dinero para la familia. No podemos fallarles". Juanito era una institución en la Liga, un líder, y todos le obedecieron, claro. No faltó ni una de las estrellas de Primera División.
Aquel sería el penúltimo partido de Juanito en Atocha. El último, disputado en diciembre del 88 con la camiseta del Málaga, dignifica el fútbol. Al término del encuentro, el campo en el que Juanito sufrió las iras de una afición bravísima despidió a su Némesis mediante una atronadora ovación. De bien nacidos es ser agradecidos. "Mereció la pena conocerlo" relataba Bixio Górriz en el libro del Centenario de la Real Sociedad.
Una historia preciosa, y diametralmente opuesta a la protagonizada por el Barcelona dos décadas más tarde, en 2005. La Real lloraba la muerte de su mejor entrenador de la historia, Alberto Ormaetxea, bajo cuya tutela se consiguieron dos ligas y una Supercopa.
El club blanquiazul jugaba el sábado de su muerte en el Camp Nou y preguntó a los dirigentes blaugranas por el homenaje al ex técnico eibarrés. La respuesta barcelonesa todavía duele en San Sebastián. "El fallecimiento de un ex entrenador rival no figura en nuestros estatutos como motivo para guardar un minuto de silencio".
Una flagrante falta de respeto y la gota que colmó el vaso de las mezquindades. Algo que nunca ocurrirá en el Santiago Bernabéu. Un aficionado blanquiazul perdió la vida hace dos meses en un accidente de coche camino de Chamartín. Y por supuesto, el club de la capital rindió tributo al hincha con sumo respeto, algo resaltado por todos los realistas allí presentes. El mismo respeto brindado por el Bernabéu a Aitor Zabaleta días después de que el aficionado realista fuese asesinado en los aledaños del Vicente Calderón.
Al margen de hechos luctuosos, y contra lo que pueda parecer fuera de nuestras fronteras, el Barcelona hace frecuentemente gala de un comportamiento mezquino con sus rivales históricos. La Real lo volvió a comprobar en 2009, durante la celebración de su Centenario en Segunda, en medio de una Ley Concursal y al borde de la quiebra. No tenía dinero para fastos. Pero su afición demandaba un partido conmemorativo a la altura de su historia. En pleno auge del tiki taka, el club contactó con la directiva culé. Su respuesta se puede resumir en cuatro palabras. "Tres millones de euros". Los catalanes pretendían cobrar a la Real el 20% de su presupuesto en su propia "fiesta de cumpleaños".
Evidentemente, se descartó al Barcelona. Y finalmente fue el Real Madrid el que, sin cobrar un euro, viajó a Anoeta para formar parte de la efeméride con todas sus estrellas en el once (Cristiano, Ramos, Xabi Alonso...). Una nueva muestra de respeto por el que fue un rival durísimo y por momentos invencible en los años ochenta. Que se lo digan al Barcelona, que en vísperas de la final de Copa de 1988 ante el club donostiarra, fichó con nocturnidad y alevosía a Bakero y Begiristain, estrellas del rival copero que, de salir victoriosos, hubiesen dejado al club catalán sin fútbol europeo por primera vez en casi cien años. Otro capítulo de hemeroteca que no ilustra precisamente la ética, la deportividad, en definitiva, el señorío.
Narrar todas y cada una de las muestras de aprecio o desprecio a sus rivales históricos daría para un libro. Pero sirvan estos ejemplos para resaltar cómo el conjunto blanco parece haber comprendido mejor lo que representa como gigante futbolístico. Por eso no falta a la cita cuando se requiere su ayuda. Sea en Lorca, ayudando a las víctimas de un terremoto, o en Shelhurst Park, echando un cable al Crystal Palace en la inauguración los focos de su nuevo campo (1962). O incluso estando presente en momentos especiales de mitos como el mismísimo Alex Ferguson, quien recuerda en su autobiografía que "lo que más me sorprendió al retirarme tras aquel 5-5 contra el WBA fue encontrar una enorme réplica de la Cibeles en mi despacho, acompañada por una preciosa carta de Florentino Pérez".
Barcelona y Real Madrid pelean en estos instantes por la liga y solo dos puntos les separan. Pero en lo referido a fair play y señorío, la distancia es simplemente sideral.
Esto es una opinión, claro. La mía. Pero lo relatado en esta columna son hechos. Bastan cinco minutos de hemeroteca, así que juzguen ustedes mismos.
Oier Fano Dadebat is a Spanish journalist who divides his time between San Sebastian and London. You can find out more about him on Twitter @oierfano.
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