Di María, Xabi Alonso y la desintegración del Real Madrid campeón de la Champions
La eliminación del Real Madrid en las semifinales de la Champions League solo unos días después de decir adiós de manera virtual al título de La Liga han puesto el foco sobre Carlo Ancelotti.
Mientras se debate sobre la mano blanda del italiano, su inconsistente 4-3-3 o su falta de rotaciones, otros aficionados apuntan al ocaso de Iker Casillas y al bajo rendimiento de Gareth Bale como males principales. Todo suma. También la extraña propensión de Cristiano Ronaldo a hacerse invisible en los grandes partidos y, por supuesto, la lesión de Luka Modric. La realidad, no obstante, es que el desastroso final de campaña tiene su origen en la revolución llevada a cabo en la plantilla durante el verano. Angel Di María, Xabi Alonso y Florentino Pérez son los actores principales detrás del descalabro blanco.
Todo empezó en la venta del argentino al Manchester United (tan brillante en el aspecto económico como ruinosa en lo deportivo) y continúo con la sorprendente salida a última hora de Xabi Alonso al Bayern de Múnich (incomprensible en todos los sentidos). Ancelotti había construido una maquina casi perfecta para conquistar la preciada décima Champions League y de la noche a la mañana se la encontró despedazada por su propio presidente con la salida de dos de sus piezas más importantes.
La solución de Florentino Pérez, convertido en presidente, director deportivo y entrenador del club de sus amores, fue la misma que ya llevó al ocaso de los Galácticos y a la postre a su renuncia como máximo mandatario blanco. Cambió el equilibrio de Xabi Alonso y Di María por el talento de Toni Kroos y James Rodríguez como en su día hizo para introducir a David Beckham por Claude Makelele. Cambió a un mediocentro posicional y un centrocampista box to box por dos 10 reconvertidos como ya hiciera para dar cabida al glamuroso extremo inglés en detrimento del trabajo sucio del pivote francés.
El resultado ha sido un equipo difícilmente superable en la Play Station pero desequilibrado en la vida real, un equipo que gana con contundencia a los equipos menores pero que sufre ante la más mínima presión del rival (se dejó puntos ante Barcelona, Atlético, Valencia y Sevilla). Florentino, guiado por la pasión de un aficionado en vez de por los conocimientos de un director deportivo, ha formado un equipo con un once inicial innegociable (la BBC y ocho más) donde se unen cuatro defensas (dos de ellos, Marcelo y Carvajal, con mejor ataque que defensa), tres talentosos mediapuntas reconvertidos (con nociones tácticas escasas) y un tridente ofensivo con tanta calidad como falta de compromiso defensivo y presión al rival. El fútbol ha vuelto a demostrarle que once cracks mundiales pueden ser un genial reclamo publicitario pero no forman un equipo.
Kroos es probablemente mejor futbolista que un Xabi Alonso ya entrado en años y James apunta más alto incluso que el mejor Di María. Pero ni el colombiano es un interior (aunque ha sido el mejor futbolista del equipo durante gran parte de la temporada) ni, sobre todo, el alemán es mediocentro defensivo. Solo durante la ausencia por lesión de Bale a principios de temporada, con la introducción de Isco por el galés, el ex del Bayern escondió sus carencias tácticas respaldado por la acumulación de centrocampistas y por la monopolización de la posesión (como el obvio, si tienes el balón, te atacan menos).
A partir de ahí han surgido el resto de dudas que ahora estarán en la cabeza de Florentino Pérez de cara a otra nueva revolución. Todas ellas, no obstante, eran desmontables con Xabi Alonso y Di María en el equipo. Con ellos aportando equilibrio en el medio nadie dudaba del hoy tan cuestionado 4-3-3 (que también utiliza con éxito el Barcelona, con Busquets de ancla), Ancelotti parecía la reencarnación mejorada del añorado Vicente del Bosque, Iker Casillas estaba menos expuesto al fusilamiento del rival e incluso Bale encontraba más libertades para tapar su indolencia a base de goles...
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